Plan de Acción para a Economia circular

Camino de Fisterra-Muxía

Entre la historia y la leyenda

Hoy en día, esta ruta de unos 90 km está asumida como una extensión de la peregrinación a Santiago aceptada tanto por los habitantes de la ciudad de Santiago de Compostela como por miles de peregrinos que llegan a ella y después prolongan el camino tres o cuatro días más.

En efecto, casi la mitad de los peregrinos que llega a Santiago continúan el viaje a Fisterra, a Muxía o a ambos destinos. La relación entre estos diversos puntos de la geografía gallega se fundamenta en diferentes leyendas que parten de la tradición de la predicación del apóstol Santiago en el Noroeste peninsular envidado por el propio Jesús. En Muxía predicó el apóstol en vida y en la costa de Fisterra se encuentra la ciudad de Dugium, a donde se dirigieron los discípulos de Santiago para pedirle un lugar de sepultura definitivo, según la leyenda de la translatio contenida en el Códice Calixtino.
Se dice que la relación entre el culto apostólico en Santiago de Compostela y esta zona del finis terrae galaico tuvo lugar al poco tiempo del descubrimiento de la tumba y que, desde luego, quedó plenamente fijada a partir de la redacción del Códice Calixtino en el siglo XII. Su Libro III da la versión canónica de la llegada del cuerpo del apóstol a tierras galaicas al poco de morir, en el mismo siglo I.

Según el relato, una Lupa malintencionada envía a los discípulos de Santiago a hablar con el rey de Dugium acerca de un posible terreno para construir su tumba. La localización de Dugium en Fisterra no parece admitir muchas dudas: unas indicaciones geográficas, ciertamente no muy precisas en cualquiera de las variantes del relato, cobran más sentido si las unimos a la leyenda que habla de una ciudad inundada llamada Dugium, situada al norte del cabo de Fisterra. Y no podemos olvidar los topónimos actuales de San Martiño de Duio y San Vicenzo de Duio, ambos cerca de Fisterra. De esta manera, el puente que se hunde sobre el rey y sus hombres cuando perseguían a los discípulos se identificaría con el puente Ons sobre el río Tambre, cerca de Negreira. Incluso se baraja la posibilidad de que el camino (per viam) por el que llegan al palacio de este rey haga referencia a un ramal de una calzada romana: de la vía XX, o Per loca maritima, que recorría la fachada atlántica galaica y de la que partiría un viario secundario para unir los diferentes puertos pesqueros.

Lo cierto es que son numerosos los textos literarios en los que se relata este camino a Fisterra. El primero de ellos data del siglo XIV y fue escrito por Jorge Grissaphan, un caballero magiar que, después de llegar en peregrinación a Santiago, decide permanecer en estas tierras gallegas como eremita. Buscando un lugar de soledad y contemplación, se traslada al monte de San Guillerme, en el cabo de Fisterre. Sin embargo, a los pocos meses se siente obligado a abandonar su asentamiento debido a los numerosos peregrinos que llegaban hasta allí.

Muchos de estos relatos hablan del monte y de la ermita de San Guillerme, hoy desaparecida. El mismo padre Sarmiento hace referencia en el siglo XVIII a un curioso ritual para la fertilidad de los esposos que se llevaba a cabo allí: “No hace mucho tiempo, había una pila o cama de piedra en la que se echaban marido y mujer que, por estériles, recurrían al Santo y a aquella ermita”. Felizmente, recientes excavaciones arqueológicas en el sitio aportan datos tangibles para escribir la historia de la peregrinación a este finis terrae.

La cantidad de material de uso doméstico permitió descubrir la presencia de una ocupación doméstica del lugar desde el siglo XI, además de la ya conocida presencia de la ermita. En lo que se refiere a la peregrinación, es relevante la aparición de un pequeño colgante de azabache consistente en la talla del apóstol Santiago vestido como peregrino, con túnica, gorro, vieira y bastón. Tanto el nivel de la excavación en el que se encontró, como su iconografía remiten a la Baja Edad Media, en torno a los siglos XIII y XV, lo cual viene a apoyar a estos relatos en cuanto a la importancia y consolidación de la ruta a Fisterra desde los primeros siglos del fenómeno jacobeo.

Por lo que se refiere a Muxía, esta localidad aparece en la literatura de viajes jacobea desde mediados del siglo XV. Sebastián Ilsung de Augsburgo menciona la localidad en 1446 y, en esos mismos años, una obra anónima alemana dibuja la iglesia de Muxía y las rocas donde, según la leyenda, el apóstol Santiago descansaba cuando se le apareció la Virgen María en una barca de piedra guiada por ángeles. Desde ella, la Virgen le consuela indicándole que regresase a Jerusalén y que el resultado de su predicación se vería en el futuro. Los legendarios restos de esta barca de piedra atraen cada año miles de personas que acuden en romería. Son las populares “pedra de abalar”, identificada como el bote, y “pedra dos cadrís”, que sería la vela de la embarcación.

Por tanto, todo indica que en el siglo XV ambos santuarios costeros ya habían adquirido gran popularidad en el ámbito de la peregrinación jacobea, quedando incluso conectados en un mismo itinerario. En esta época dos imágenes pasan a focalizar el culto en estos espacios, dos imágenes de nuevo llegadas por mar: el Santísimo Cristo de Fisterra y una pequeña talla de la Virgen de la Barca, de estilo gótico. En cuanto a la primera talla, del siglo XIV, dice el licenciado Molina en el XVI que a él “acuden los más romeros que vienen al Apóstol”. La leyenda dice que fue esculpida por un testigo directo de la pasión de Jesucristo y habla también de su llegada por mar después de ser arrojado del barco en el que viajaba en el medio de una tempestad. Así mismo, es popular la creencia de que le crece el pelo y la barba, y así lo recoge la canción: Santo Cristo de Fisterra,/Santo da Barba Dourada,/veño de tan lonxe terra,/santo por che ver a cara.

Sobre la imagen de la Virgen de la Barca en Muxía, los relatos dicen que fue encontrada debajo de una de las rocas y llevada de inmediato a la iglesia del pueblo. Pero la imagen desapareció de la iglesia y apareció de nuevo en la roca donde la habían encontrado al principio. Esto se interpretó como que la Virgen quería permanece en ese lugar, y por eso se construyó un templo allí mismo, al lado del mar.